El Llanto de los No Nacidos
“Una nada
fuimos, somos, seremos,
floreciendo:
rosa de
nada, de nadie.” Paul Celan
fuimos, somos, seremos,
floreciendo:
rosa de
nada, de nadie.” Paul Celan
No me cabe duda, esa es una camilla horrorosa,
vos estás tan asustada, tan temblorosa y te traen en esa camilla horrorosa, no
se si comenzaste a pensar al momento de llegar que cuando te dijeron acuéstese
por acá por favor y te mostraron ese trozo desnudo de metal, reconsideraste la
idea que tuviste de que aquí era donde te iban a curar.
Soy yo y unos cuantos más apresurados por
preguntar, la señora no es la primera en llegar, no será la última, pero es la
primera que voy a atender, qué es preguntan a mi lado, y la verdad no sé,
recién nos cuentan, parece un ser humano, aparenta ser una mujer pero en estos
tiempo nunca se sabe, aunque pensándolo bien que avise de una vez que Urología
está 6 pisos más abajo. Hago mi aproximación mental más esforzada en base a mi
detallada observación, es una mujer, más joven que vieja, más asustada que
joven, acostada sin remedio en un trozo de metal desnudo, frío como las paredes
de este hospital, que camilla horrorosa en la que te ha tocado descansar.
Él es tu compañero, perfecto, trae papeles y
maleta, bien pueda colóquelos donde pueda y que pena caballero no lo quiero
importunar, pero en este consultorio no puede estar, si cierro la puerta afuera
no me puede esperar, ¿ve la puerta de más allá y la que le sigue si camina dos
pasos más? Detrás de esa puede aguardar, no tengo ni idea que tiene su esposa,
pero créame que intentaré ayudar.
Vamos a ver ¿Qué te trae por acá? Ese temblor
no es normal y sí, te estoy apretando el brazo para ver que no te me vayas a
desmayar, tu corazón late y las cosas no lucen tan mal, tu rostro me apremia y
tus vasos me frenan, después de todo parece que no es tanto lo que me tengo que
apurar.
Que curiosa condición, hoy ella se encuentra en
embarazo con la ilusión, obligada, de cambiar pañales de aquí a unos meses y
para llegar hasta allá es ella la que hoy pañales debe usar. Pero no es por las
razones correctas ¿Cuántos meses 6? Espéreme que me ponga quisquilloso que con
semanas y días le voy a calcular, según información en un papel, cuando tiempo
lleva creciéndole la barriga y el ser que adentro se empeña en crecer. Y entonces me cuenta lo que le pasó, y no sé
si está asustada por ella o por lo que le puedo decir que llega a significar, la
sangre, aquella maldita, alarmante e histórica generadora de miedo y llanto en
la historia de la humanidad, nunca nos ha gustado la sangre, a menos que sea
azul, que dicen los cuentos es de príncipe, decimos los médicos de una mala
oxigenación arterial.
Nadie quiere sangrar, nadie, pero carajo, nadie
que quiere un niño en su futuro quiere sangrar en el embarazo, si está pipona lo
que espera es que le dan ganas de comerse a mordiscos una ahuyama a las tres de
la mañana, está dispuesta a engordar, a vomitar si hace falta, a retomar la
ahuyama para luego odiarla y pasar al helado de melocotón para desayunar, ella
está dispuesta al “Ahora no mijo, guarde la ganas que le hace daño al niño”
pero no está dispuesta a sangrar, la sangre sirve para estar roja, en eso que
llaman los vasos, intracorporal, para que la chucen por los exámenes del
control prenatal, pero definitivamente no para que salga vía transvaginal.
Un condón caballero, le digo después de haberlo
hecho llamar, no le puedo decir nada de su esposa y él, muy cordial y
comprensivo, no me pregunta nada distinto a un ¿Necesitan algo más?
¿Con ella qué es lo próximo en pasar? Bueno se
viene el aparatejo ese metálico y frío y con pinta de pico de palmípedo, pero
de uno bien grande y plateado, no quiero describir que vamos a hacer, pero
tenemos que mirar, la sangre sale, sí eso está claro, lo podemos constatar, una
palabra que empieza a rondar, no pienso muy fuerte, no quiero que a la señora
le dé por poderme escuchar.
Se pasa para eco, vístase, no qué digo, que
envuélvase en esa manta no más, acuéstese por acá, mire el condón por acá, y
vamos a mirar, usted tranquilícese que el monitor nos dirá. Su bebé, no sé, nos
da para pensar, llega alguien más, el monitor responde cuando el caribeño
hombre con su mirada lo empieza a interrogar. “Su feto está muerto señora, la
tenemos que legrar”. Y ella llora y eso no formaba parte del plan, el alto
caribeño se va y me quedó yo con uno más y ¡qué carajo! ¿Cómo la vamos a
consolar? Es el llanto de los No Nacidos, es el llanto que él nunca pudo y no
podrá llorar y que su madre por él llorará, llora ella por él y por todos los
demás, “mi bebé, Dios mio” y no somos Dios como para responder, pero nos da por
aventurarnos a intentar explicar, la naturaleza es sabía y frases de cajón
empiezan a aflorar, yo sé que es duro y lo siento, pero mañana el resto lo
tenemos que sacar.
Es el llanto de los No nacidos, y venga usted
caballero, es su turno de consolar, llore usted con ella, hágame la caridad,
necesito irme del cuarto que yo, yo no quiero chillar, es el llanto de los No
Nacidos y a todos nos da por empezar a llorar.
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