domingo, 29 de abril de 2012


El Llanto de los No Nacidos

“Una nada
fuimos, somos, seremos,
floreciendo:
rosa de
nada, de nadie
.” Paul Celan

No me cabe duda, esa es una camilla horrorosa, vos estás tan asustada, tan temblorosa y te traen en esa camilla horrorosa, no se si comenzaste a pensar al momento de llegar que cuando te dijeron acuéstese por acá por favor y te mostraron ese trozo desnudo de metal, reconsideraste la idea que tuviste de que aquí era donde te iban a curar.

Soy yo y unos cuantos más apresurados por preguntar, la señora no es la primera en llegar, no será la última, pero es la primera que voy a atender, qué es preguntan a mi lado, y la verdad no sé, recién nos cuentan, parece un ser humano, aparenta ser una mujer pero en estos tiempo nunca se sabe, aunque pensándolo bien que avise de una vez que Urología está 6 pisos más abajo. Hago mi aproximación mental más esforzada en base a mi detallada observación, es una mujer, más joven que vieja, más asustada que joven, acostada sin remedio en un trozo de metal desnudo, frío como las paredes de este hospital, que camilla horrorosa en la que te ha tocado descansar.

Él es tu compañero, perfecto, trae papeles y maleta, bien pueda colóquelos donde pueda y que pena caballero no lo quiero importunar, pero en este consultorio no puede estar, si cierro la puerta afuera no me puede esperar, ¿ve la puerta de más allá y la que le sigue si camina dos pasos más? Detrás de esa puede aguardar, no tengo ni idea que tiene su esposa, pero créame que intentaré ayudar.

Vamos a ver ¿Qué te trae por acá? Ese temblor no es normal y sí, te estoy apretando el brazo para ver que no te me vayas a desmayar, tu corazón late y las cosas no lucen tan mal, tu rostro me apremia y tus vasos me frenan, después de todo parece que no es tanto lo que me tengo que apurar.

Que curiosa condición, hoy ella se encuentra en embarazo con la ilusión, obligada, de cambiar pañales de aquí a unos meses y para llegar hasta allá es ella la que hoy pañales debe usar. Pero no es por las razones correctas ¿Cuántos meses 6? Espéreme que me ponga quisquilloso que con semanas y días le voy a calcular, según información en un papel, cuando tiempo lleva creciéndole la barriga y el ser que adentro se empeña en crecer.  Y entonces me cuenta lo que le pasó, y no sé si está asustada por ella o por lo que le puedo decir que llega a significar, la sangre, aquella maldita, alarmante e histórica generadora de miedo y llanto en la historia de la humanidad, nunca nos ha gustado la sangre, a menos que sea azul, que dicen los cuentos es de príncipe, decimos los médicos de una mala oxigenación arterial.

Nadie quiere sangrar, nadie, pero carajo, nadie que quiere un niño en su futuro quiere sangrar en el embarazo, si está pipona lo que espera es que le dan ganas de comerse a mordiscos una ahuyama a las tres de la mañana, está dispuesta a engordar, a vomitar si hace falta, a retomar la ahuyama para luego odiarla y pasar al helado de melocotón para desayunar, ella está dispuesta al “Ahora no mijo, guarde la ganas que le hace daño al niño” pero no está dispuesta a sangrar, la sangre sirve para estar roja, en eso que llaman los vasos, intracorporal, para que la chucen por los exámenes del control prenatal, pero definitivamente no para que salga vía transvaginal.

Un condón caballero, le digo después de haberlo hecho llamar, no le puedo decir nada de su esposa y él, muy cordial y comprensivo, no me pregunta nada distinto a un ¿Necesitan algo más?

¿Con ella qué es lo próximo en pasar? Bueno se viene el aparatejo ese metálico y frío y con pinta de pico de palmípedo, pero de uno bien grande y plateado, no quiero describir que vamos a hacer, pero tenemos que mirar, la sangre sale, sí eso está claro, lo podemos constatar, una palabra que empieza a rondar, no pienso muy fuerte, no quiero que a la señora le dé por poderme escuchar.

Se pasa para eco, vístase, no qué digo, que envuélvase en esa manta no más, acuéstese por acá, mire el condón por acá, y vamos a mirar, usted tranquilícese que el monitor nos dirá. Su bebé, no sé, nos da para pensar, llega alguien más, el monitor responde cuando el caribeño hombre con su mirada lo empieza a interrogar. “Su feto está muerto señora, la tenemos que legrar”. Y ella llora y eso no formaba parte del plan, el alto caribeño se va y me quedó yo con uno más y ¡qué carajo! ¿Cómo la vamos a consolar? Es el llanto de los No Nacidos, es el llanto que él nunca pudo y no podrá llorar y que su madre por él llorará, llora ella por él y por todos los demás, “mi bebé, Dios mio” y no somos Dios como para responder, pero nos da por aventurarnos a intentar explicar, la naturaleza es sabía y frases de cajón empiezan a aflorar, yo sé que es duro y lo siento, pero mañana el resto lo tenemos que sacar.

Es el llanto de los No nacidos, y venga usted caballero, es su turno de consolar, llore usted con ella, hágame la caridad, necesito irme del cuarto que yo, yo no quiero chillar, es el llanto de los No Nacidos y a todos nos da por empezar a llorar. 

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