“It’s a
hard three letter to absorb” Charlie Sheen
¿Cuántas veces una celebridad o personaje público se ha
visto presionado para develar al mundo que sufre de hipertensión o es
diabético?
El anuncio de Charlie
Sheen acerca de su diagnóstico de VIH, ha sido una nueva oportunidad
desaprovechada por los medios de comunicación para trascender; en la mayoría de
los artículos que circulan en internet recuerdan con énfasis los excesos de
Charlie, las orgías, las prostitutas, las actrices porno, los líos familiares,
pero aparentemente a nadie le pareció inaceptable, nadie se indignó, porque el
actor pagara durante años cifras exorbitantes por chantajes para que no se
conociera su diagnóstico, de hecho, ahora han surgido voces que reclaman que
debió hacer pública está información antes. Llevo varios días preguntándome
¿Por qué?
En mi cotidianidad semanal atiendo alrededor de 30 personas
que viven con VIH, personas comunes y corrientes, de profesiones diversas y
edades variadas; algunos están enfermos, otros – la mayoría – se encuentran
perfectamente, con una vida en completa normalidad, pero el estigma continúa.
Todavía hay encuestas que mencionan al 30% de los encuestados expresando que no
les gustaría tener como vecino a una persona con VIH; por mí, que todos mi
vecinos fueran positivos con tal de que me quitaran al bulloso que pone mala
música en las madrugadas. Hemos perdido todos con el anuncio de Charlie, una
nueva oportunidad para enfrentar el mito y aligerar la carga de los millones de
personas a nivel mundial que conviven con el VIH, y mientras no nos decidamos a
enfrentar al virus sin tapujos, con información veraz y entendamos que tener
VIH puedo ser mucho más fácil de manejar que infinidad de enfermedades más
frecuentes, el mal de la ignorancia seguirá siendo más dañino que el virus
mismo.
Hemos perpetuado el estereotipo de que esta es una
enfermedad de adictos, de homosexuales o de mujeriegos y gracias a esto,
incluso en los países más desarrollados, donde se ha optado por ofrecerle una
prueba para VIH a todo el mundo, la mitad de los diagnósticos se realizan en la
fase más avanzada de la enfermedad y 1 de cada 8 personas con VIH desconocen su
estatus. Hemos eliminado la percepción de riesgo, entre todos nos hemos
encargado de difundir que para tener VIH hay que tener orgias a lo Charlie. La
realidad es, muy diferente, si bien hay algunos factores de riesgo ampliamente
reconocidos, si usted alguna vez en su vida ha sostenido aunque sea una
relación sexual sin preservativo, está a riesgo y es mejor que se realice una
prueba y se decida a usar siempre condón de aquí en más.
En estos tiempos, la batalla científica está casi ganada,
las pruebas diagnósticas de primera línea tienen un periodo de ventana de 20
días, la supervivencia se acerca cada vez más a la de la población general, los
tratamiento de regímenes de una sola tableta al día se i
mpondrán en unos años,
las toxicidades son mínimas y las posibilidades de que una persona bien controlada
y en tratamiento continuo y efectivo propague la enfermedad se acercan cada vez
más a cero. En los años por venir la batalla tendrá que ser social, para que
los gobiernos destinen los recursos necesarios para poner a todos en
tratamiento, para evitar las barreras de acceso al diagnóstico y a los
medicamentos, para que las universidades decidan incluir en sus pensum una
catedra de la enfermedad, pero ante todo para eliminar el estigma y la
discriminación, sólo así, entendiendo y difundiendo que tener VIH no debe tener
implicaciones morales ni señalamientos por parte de la sociedad, lograremos
controlar finalmente la epidemia y quizá un día reducir a cero la transmisión.
Como médicos tenemos el deber de ser los primeros en eliminar la
discriminación, en informarnos, en dar la mano y en no achacarle la culpa de
todo al VIH o a su tratamiento, que a veces pareciera que un adulto de 50 años
no pudiera sufrir de un dolor lumbar sin que a alguien se le ocurra echarle la
culpa un virus que lleva años perfectamente controlado, como ciudadanos tenemos
la obligación de ser cada vez más incluyentes y darle la espalda a los
prejuicios para tenderle la mano a quien tenemos al lado.
90% de las personas que viven con VIH diagnosticadas, 90% de
los diagnosticados en tratamiento, 90% de los que están en tratamiento
indetectables. Son las metas de la Organización Mundial de la Salud, yo
agregaría 100% de las personas que viven con VIH sintiéndose incluidas y 0% de
historias de discriminación en mi consultorio.
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