miércoles, 30 de octubre de 2013

Crónica de una ilusión – Parte I

La resignación es un suicidio cotidiano” H. Balzac


En masa, más de lo esperado, nos fuimos reuniendo, éste es el segundo día y hoy somos más que ayer, en masa, más de lo esperado, nos sorprendimos declarando cese de actividades de forma permanente, creando comités, saliendo en periódicos, siendo portadas del diario matutino gratuito, apareciendo en internet y siendo citados en múltiples artículos.

Van dos días de sorpresas, nos sorprendimos al organizarnos, nos sorprendimos con nuestra unión y nos sorprendimos yendo en masa, más de lo esperado, a esperar al Señor Ministro de la Imposible, ese que no sabemos ¿De qué se ríe, de que se ríe?, a la puerta de un hotel, y de nuevo nos sorprendimos cantando y armando una fiesta, de alegría inagotable, cantos, consignas, arengas; un tambor marcando el ritmo y un clamor constante, nos sorprendimos invadiendo de un momento a otro las calles de Cali, a la vera del río nos echamos a andar, con la luna dando sus primeras luces, con un amago de lluvia que no amedrentó una voluntad conjunta, nos sorprendimos, en masa, más de los esperado, marchando de nuevo con la bata de nuestra profesión como estandarte.

Nos sorprendimos con los pulgares en alto de los conductores, a pesar del trancón que les creamos, nos sorprendimos con los pitos amigables de la gente en sus autos, nos sorprendimos con la colaboración de los agentes de tránsito, nos sorprendimos al ver que nuestra causa parece justa y no lucimos como loquitos deambulantes, persiguiendo molinos de viento y cazando gigantes de improbable existencia, nos sorprendimos gritando y sabrá Dios de donde sacamos las fuerzas.

Me sorprendí con la creatividad a flor de piel y creo, que en masa y más de lo esperado, nos seguiremos sorprendiendo cada nuevo día y, a juzgar por las últimas horas, cada nueva noche.



sábado, 26 de octubre de 2013

La libertad de no escribir un cuento: Sobre la Salud en Colombia.

"...usted aprende 
y usa lo aprendido 
para volverse lentamente sabio 
para saber que al fin el mundo es esto 
en su mejor momento una nostalgia 
en su peor momento un desamparo 
y siempre siempre 
un lío ..." 

Mario Benedetti

Me doy la libertad de retomar a este pobre abandonado, náufrago virtual, fruto de mi olvido, para usar sus páginas y dar a conocer un cúmulo de pensamientos no del todo claros, pero que no responden a un relato, sin embargo, dada la afinidad del tema...

Han pasado 6 años y 70 días desde el día que oficialmente me convertí en un estudiante de Medicina, el mismo tiempo más unos meses desde el momento en que decidí que haría de la “Carrera médica” mi profesión. Debo confesar, que no sabía exactamente a que me estaba metiendo, el estilo de vida y la manera de ver el mundo que escogí ese día no me fueron advertidos y los he ido conociendo y dilucidando a lo largo de la aventura universitaria-hospitalaria, que hasta el día de hoy, a pesar de tener todas mis materias aprobadas sin retraso, continúa con turnos, trasnochos y la percepción de que aún soy un ignorante; esa fue la primera lección, este oficio es duro, largo y desgastante desde su formación.

Algunas cosas se han conservado intactas, sin embargo. Hace 6 años cuando me preguntaban “¿Por qué quisiste entrar a medicina?”, la respuesta fue que era la mejor opción que encontraba para influir en la vida de la gente, para dejar una huella en el mundo, ni qué decir… para darme una esperanza de trascendencia. No pretendo ganarme ningún reinado, certámenes en los que, claramente, jamás tendría posibilidades, pero hoy 6 años después la respuesta al porqué me he mantenido en esa decisión, es la misma, bueno quizá sumado a la pequeña dosis de masoquismo que se requiere para verdaderamente amar el arte médico.

¿Reconocimiento? ¿Dinero? ¿Estatus? ¿No son esos beneficios de ser “Dotor”?

Quizá algún día lo fueron, cuando la práctica era privada, las universidades escasas y en consecuencia los ingresos abundantes, quizá en congruencia con ello también, había un reconocimiento popular del accionar social y beneficioso del médico en una comunidad.
Hoy en día somos montones, la plata se la quedan los empleadores, llamados IPS, que en congruencia con las exigencias de los pagadores, llamados EPS, dan 15 minutos para atender a cada paciente sin tener miramiento alguno sobre la calidad del servicio y obligan a los médicos del común a trabajar como mulas, dormir poco, trasnochar mucho y volverse digitadores fantásticos que despachan rápido a la gente para obtener un salario decente.
El sacrificio médico, no es como todos piensan “Quemar pestañas”, esa es la parte sencilla del asunto, porque estudiamos como nadie más lo hace pero qué más da si ese afán por saber y ser cada vez mejores es nuestra razón de vivir, eso no es un sacrificio; es lo que disfrutamos. El sacrificio está en los cumpleaños, navidades, feriados, celebraciones, fiestas, aniversarios, bodas, años nuevos, nacimientos y festividades varias que nos hemos perdido, y nos seguiremos perdiendo porque “Estamos de turno”. Trabajamos incansablemente, y como todos, esperamos una remuneración económica por ello, pero acaso ¿no hay mil maneras distintas a amanecer en un hospital repetidamente para ganarse el pan de todos los días?

Colombia es un país extraño, somos 40 millones de colombianos, la mayoría de nosotros con ingresos promedios, que no nos alcanzan para considerarnos “ricos” y una gran cantidad de “pobres”, sin derecho  a lujos, educación, trabajo u oportunidades. Y hay un grupo de cuello blanco, escogidos por nosotros, que toma decisiones sobre todos nosotros, sentados en sus escritorios millonarios o bien por celular mientras hablan con los minutos de un plan que cubren nuestros impuestos en una camioneta blindada cuyo alquiler también es costeado por los ya mencionados impuestos. Y esos representantes, escogen, eligen, quitan y ponen, y sorprendentemente, una y otra vez lo hacen mal, pensando en ellos y los de corbata, traje y cuello blanco. Mientras tanto nosotros, los que aún no nos graduamos y los que ya tienen cartón, estamos viendo SUFRIR a los colombianos “Curando, calmando y consolando” a los sumidos en la enfermedad, la desesperanza y el dolo, pero eso sí, según el carné que tenga tienen o no derecho a ese beneficio, esperar horas y horas en las puertas de los hospitales es un requisitos y reciber tratamiento mediocres porque los mejores medicamentos no se los autorizan o las deudas del hospital no permiten la disponibilidad es la cotidianidad. Y esos que vienen a nosotros, que hemos llamados pacientes, pierden la paciencia y se enojan, como no, con los médicos. Es una escena de todos los días, una canción de nunca acabar…

Y eso, que hablábamos de los enfermos que llegan al hospital. Que esta nación es tan desigual que en Bogotá en el sector de los Rosales los apartamentos superan los mil millones de pesos, y en la costa pacífica Caucana para llegar a un nivel de mediana u alta complejidad de atención hay que coger lancha rápida y luego bus, un verdadero eufemismo cuando averiguamos que la más rápida de las lanchas rápidas tarda 6 horas en llegar a Buenaventura y luego son 4 horas terrestres más, esa travesía cuesta 100.000 pesos y en la economía de una familia que vive en un palafito eso es una fortuna.

Tal vez, en mi afán por trascender tuve la vista demasiado corta, y no me di cuenta que el objetivo no debía ser médico, por el contrario la meta debía ser Ministro o Congresista a todas estas, para poder tomar decisiones individuales que cambiaran la vida de los colombianos, para reformar la saluda hacia un sistema verdaderamente Universal, donde la amplia cobertura no implique baja calidad y donde, a pesar de que el sostenimiento sea necesario, no haya quien se lucre de por la mala atención ni quien se lleve plata a los bolsillos gracias al caos y la enfermedad de los colombianos, un sistema donde la Oportunidad exista y los enfermos sean de nuevo pacientes y dejen de ser clientes.

Sin embargo, no soy Ministro, ni senador, ni representante, ni si quiera me gané las elecciones escolares cuando estaba en el colegio, pero yo, así como tantos otros, soy un estudiante de medicina, o un médico, o un enfermero, o un auxiliar, y vivo todos los días los desastres del sistema, los muertos por el caos, los efectos adversos por el “no hay” y las esperas eternas porque “no autorizan”… Y si me pusiera a pensar en cada caso, tomaría fluoxetina día sí y día también.

Y al pensarlo mejor, soy un colombiano, de los que tenemos ingresos promedios y soy un PACIENTE, porque un día, de cualquier mal me enfermaré y seré atendido por este sistema caótico y sin sentido, de lucro para unos pocos y mala atención para la mayoría, mi familia está llena de pacientes actuales y pacientes potenciales y el círculo crece y descubro que la Salud es de todos y es un Derecho que nos merecemos por el simple hecho de vivir en esta patria.

Yo me harté de querer que las cosas cambien y que no pase nada, me harté de echar madres ante la ineficiencia y de maldecir a cuanta EPS existe, me harté de ver la indiferencia en los ojos de todos y el conformismo en la frase de “siempre ha sido así y nunca cambiará” Quizá ha llegado la hora de que recordemos que el poder de aquellos que escriben leyes y aprueban y cambian y deliberan en el “Honorable congreso”, lo hemos otorgado nosotros, y en consecuencia tienen que rendirnos cuentas y trabajar a nuestro favor y no en nuestra contra.

No sé, si esto signifique que ha llegado el momento de marchar… pero significa inequívocamente que antes de ser Ministro o lo que sea, es mejor ser parte de una horda de colombianos que exigirá sus derechos de manera incansable para lo que nos corresponde, para recordarles a todos que este país es nuestri, que los de cuello blanco son minoría y al final del cuento nuestro inconformismo vale más que su corbata de moda.