domingo, 12 de abril de 2020

Sobre Héroes y Tumbas


Si tuviéramos que darle un nombre al infortunado capítulo de la existencia que estamos viviendo, tendríamos que pedirle prestado el título a Sábato para relatar esta historia.

Las tumbas empezamos a cavarlas hace ya tiempo, pero han sido las tumbas más solitarias que vez alguna hayamos conocido. Muertes a manos de un enemigo invisible a simple vista. Muertes contrarias a todo lo que hemos establecido como duelo, inesperadas, sin despedidas, sin llorar frente a un cuerpo, sin reuniones solidarias, sin ritos religiosos comunitarios. Los llantos y los duelos ahora son aislados, íngrimos, sin pésames ni abrazos. Tumbas para el cuerpo del que muere, tumbas para el alma del que queda.

Los héroes, ya han sido bautizados en función de la profesión escogida, los del personal de la salud parecemos ser los más, los llamados, los elegidos, los mártires.
En toda historia épica el héroe asume ingentes riesgos y se convierte en estrella al salir avante de ellos, a pesar de la adversidad agobiante.

En toda historia legendaria, el héroe asume sacrificios excesivos y pone en riesgo su integridad, sus posesiones o su propia existencia como parte de la epopeya.

En muchas historias épicas el héroe muere, muerte heroica, nos han enseñado a llamar a la de - por ejemplo - los militares en guerra.

Ahora, en esta historia hemos empezado a cavar tumbas para estos llamados héroes. Esa es la historia que ahora nos relatan. Nos narran una guerra y muertes heroicas en servicio.

¡Y vaya narración peligrosa!

En virtud de la profesión y vocación, con decretos nos llaman a la primera línea de batalla, nos exigen sacrificios, nos cargan riesgos y responsabilidades. La epopeya es robarle cuerpos a las tumbas. El premio no es más que la satisfacción del deber cumplido. Pero el precio a pagar es demasiado alto; caer en una de las tumbas y enterrar con nosotros el alma de aquellos que nos quieren.

Ahora el héroe ya tiene decreto presidencial y artículo propio de llamado obligatorio a la batalla.
Como si no lleváramos años luchando con la inequidad del sistema, con la enfermedad intratable de la pobreza, con la carencia de recursos y los pagos malos y tardíos.

En esta historia la epopeya implica años de servicio:
- 6-7 años de medicina (Con 1 de internado que hace las veces de práctica pero sin pago) Para obtener el primer diploma.
- 1 año de Servicio Social Obligatorio, donde el gobierno diga, a lo que la IPS pague, sin gastos de reubicación, con salarios irrisorios, no protestables y con renuncia sancionable. El premio: obtener el plástico que deja trabajar donde uno escoja.
- 3-5 años de residencia para especializarse, impagos, y con -matrículas estratosféricas.
- Y luego trabajo por órdenes de prestación de servicios, con pagos a 90 días o por agremiación con bases de cotización del 30% sobre lo que realmente devengamos.

Todo por la satisfacción del deber cumplido.
Y así nos éramos héroes. La epopeya, al aparecer, no tenía sacrificios suficientes.

Ahora, ahora, al mismo tiempo que cavamos las tumbas de aquellos a quienes a mala hora nos han graduado de héroes, dicen reclutarnos, llamarnos a la guerra, sin posibilidad de protesta y a donde los funcionarios, encerrados en casas y oficinas, consideren que deben ubicarnos para atender la emergencia.

La guerra, han dicho, se gana con ventiladores. Esos que a ritmo desbocado hasta empresas de fabricación de carros andan produciendo.
Pero nosotros, los formados por más de 10 años para tener algunas nociones de cómo manejar el aparato que las automotoras producen en serie, somos descartables.

Ya vamos a dejar de ser héroes, ahora vamos a ser peones, fichas desechables de una guerra. Nos graduaron de mártires y nos cavaran las mismas tumbas en soledad. Y un día dejará de ser novedad el relatar nuestra odisea. Pasaremos a ser una estadística más; la de las muertes “necesarias” para ganar la guerra.

A lo mejor, nos iría mejor si no esperamos sacrificios. Si no esperamos bajas como “casualties” de la guerra.
A lo mejor nos iría mejor sin héroes.

Olviden esa idea de graduarnos a los del gremio de salud de héroes, luego mártires, para enterranos y condenarnos a la soledad y, finalmente, al inexorable olvido.

Que yo - como tantos- he escogido continuar con la satisfacción del deber cumplido, sin que me obliguen, voluntariamente, sin epopeyas, haciendo mi trabajo.
Pero de mí no esperen sacrificios, que en esta historia voy primero yo y mi familia, segundo yo y todos los que me quieren, tercero yo y aquellos a quienes quiero y sobre esa clase de pensamientos nadie se inspira para escribir versos ni letanías.

Sobre mí renuncien a escribir historias y relatos épicos.

Con nosotros no cuenten para los sacrificios. Dennos herramientas y haremos todo lo que esté a nuestro alcance, sin escatimar un ápice de los recursos a mano, como hace años venimos haciendo.
Paguen a todos lo debido y de la forma correcta y seguiremos navegando en la tempestad con la muerte como compañera del día a día.

Pero olvidémonos de los héroes. Esos los encuentran en las novelas.

Trátennos como humanos y no perderemos la esperanza; y así dejamos a Sábato como dueño único del título de su novela.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Los superhéroes sí existen


El 31 de octubre inició para mí como todos los días desde que me volví Residente, con sueño, con sueño y con un poco más de sueño. Sin embargo, un niño me robó una sonrisa fugaz mientras caminaba fuera de mi casa, me lo encontré disfrazado de Flash, de la mano de su mamá quien lo llevaba camino al colegio, recordé que era el día en los super-poderes sí existen, al menos, en la imaginación, de aquellos con una mente aún suficientemente imaginativa como para creer que todo es posible al ponerse ropas coloridas que hacen las veces de disfraz.

Hace más bien poco que roté por la UCI pediátrica, algo diferente a cualquier otra sala de pediatría, allí los padres están en horarios limitados, los niños poco juegan, poco ríen, algunos no pueden, están intubados, su cuerpo batalla contra entidades que comprometen su capacidad para sostener una respiración eficiente, para llevar oxígeno a todos los tejidos. Durante 5 semanas K fue mi paciente, y digo mío porque lo vi todos los días, lo comenté con todos los especialistas, lo atendí desde su ingreso a la Unidad, hasta que me fui de ella. Conocí a su mamá y su tía, lo vi empeorar progresivamente, hacer fiebre, mejorar, volver a empeorar de un órgano que creíamos andaba bien hasta ese momento, mejorar nuevamente. Me asustó eventualmente y corrimos a hacer una neuroimagen de emergencia, lo vi tener una intubación prolongada, la mayor parte del tiempo pensé que “saldría”, que en otras palabras no es más que un eufemismo para un “no creo que se muera”, en ese pensar en predicciones que hacemos los médicos eventualmente, casi a veces, como pensando con el deseo, en ocasiones, cuando la situación es adversa como preparándonos para lo peor, asumiendo nosotros mismos la realidad para tener la tranquilidad y serenidad – al menos externa – de decirle a una familia angustiada que puede que su niño o niña no salga.

Uno de esos días en que expliqué a la tía de K la situación médica, el alto riesgo de complicaciones, la probabilidad latente de muerte, el “estamos haciendo todo lo posible” pero reconociendo que, para nosotros, los médicos, la lectura del futuro siempre es incierta y la muerte es una compañera de viaje constante. La señora, una mujer en sus cincuenta, corpulenta y de gestos afables sonrió cuando le pregunté si tenía alguna duda; me preguntó si podía llamar al sacerdote. Me tomó un poco por sorpresa, le dije que claro que sí, que coordinábamos, debió ver mi cara porque me explicó a continuación que K no estaba bautizado, que ella entendía que estaba muy grave, y que para ella sería tranquilizador que lo bautizaran. No tuve ninguna objeción, me sacó una sonrisa la calma de la señora, la aceptación de la realidad sin tapujos pero con cabida a esperanzas. Tal vez, pensé, como muchos de mis pacientes y como muchos de los familiares de ellos la muerte ha convivido de forma mucho más cercana a su vida que a la mía como médico. Recordé como en determinado momento, algunas mujeres, madres jóvenes lucen mayores con apenas 20, pensé en la vida con hambre, atrasada en décadas, con la salud lejana y los hijos muertos sin causa. En algunos casos, la fe es para ellos la única herramienta, quizá por ser la única cercana en las muchísimas regiones de Colombia, ni tan lejanas, ni tan apartadas de las ciudades principales, pero olvidadas y abandonadas de forma crónica, como si quedaran a años luz; recordé la existencia de la otra Colombia, entregada a Dios ante la inexistencia, el abandono y la inoperancia del estado.

Cuando salí de la UCI, K ya respiraba por sí mismo, pero aún no despertaba por completo, ya estaba claro que “saldría” pero no en qué condiciones, por un momento pensé que sería en una ambulancia, con la necesidad de cuidados permanente en casa y sin poder ser nuevamente quien era antes. Quizá la lesión neurológica había sido muy extensa, quizá era complemente irreversible.

Una semana después K y yo nos reencontramos un domingo en la sala de Hospitalización general, estaba con su madre, una señora con una sonrisa de esas que no se olvida, amable como ninguna y buena conversadora. Aún en la Unidad, cuando K estaba sedado, intubado y en su estado más crítico entraba a su cubículo saludando “Hola K, ¿Cómo estás?”. Completábamos mes y medio de esa rutina, unos buenos días a la mamá o a la tía un “Hola” a K sin respuesta y proceder a examinarlo, para luego intentar infructuosamente que obedeciera algunas órdenes sencillas, buscando algún cambio en su estado comparativo con los otros días.


“Hola”

6 semanas después de conocernos, probablemente sin recordarme, K me saludó por vez primera, contestó a mi Hola de vuelta y lo acompañó de un “Bien”. Mientras se sentaba. Poco recuerdo del examen físico de ese día, no sé si mi fonendo escuchó algo o si mis manos palparon alguna cosa adicional. Yo había obtenido lo inesperado. Tuve que escribir un examen físico en la evolución cotidiana, fue difícil contenerme para guardar el lenguaje médico pero un “Paciente con respuesta verbal adecuada”, fue la gris representación de lo que fue para mí el suceso del día.

Después de ver a Flash en la mañana, temprano, llegué al Hospital como todos los días, un poco cansado, vi un Drácula de 8 años, sin temor a la luz del sol y a quien había visto el lunes festivo en cama, y el día empezó su trasegar con sus obligaciones cotidianas. Luego vino la fiesta, el payaso y los disfraces para los niños hospitalizados, las sencilleces que hacemos en los servicios de pediatría que tienen la fortuna de tener personas maravillosas como para organizar esos eventos.

K estaba sentado frente al payaso, riendo y disfrazado de Superman, a pocos días de irse, finalmente, caminando y charlando para su casa.

Entre Flash y Superman recordé que los superhéroes sí existen, que los vemos vencer las adversidades más diversas, que los vemos salir adelante frente a todos los pronósticos – incluso los hechos por nosotros – y que, a veces, gracias a los ojos de un niño, se ponen una ropa sencilla de colores vivos, se miran al espejo, se creen Superman por un día, y bueno, cómo no van a serlo si tienen sin proponérselo el superpoder de cambiarnos la vida y que valga la pena, levantarse todos los días con sueño, con sueño y pensando en algunos sueño. 

domingo, 7 de mayo de 2017

El residente


Casi todos los médicos quieren ser residentes, o bueno no, muchos quieren se especialistas, tal vez residentes no tantos, pero para ser especialista se necesita pasar por la residencia.
Cuando uno entra a estudiar medicina, los primeros semestres aún están las felicitaciones o el asombro por la carrera que se eligió, vestigios del cada vez más escaso prestigio que tiene la profesión. Sin embargo, con el pasar del tiempo las dos preguntas que más hacen, familiares y amigos, son

-          ¿Cuándo es que se gradúa?
-          Y ¿En qué te querés especializar?

La primera es la de la piedra constante por escoger una carrera con la cual los amigos del colegio se gradúan, se casan, algunos tienen hijos – casados o no – montan negocios, recorren el mundo y uno sigue estudiando. La segunda es un fiel reflejo del desprestigio del Médico general, a secas, que para obtener su título gastó 6-7 años de su vida, leyendo, haciendo turnos y trabajando gratis y luego le tocó, además, salir a ganarse lo que le toque (cada vez menos), en el trabajo que por sorteo el Ministerio de Salud, tuvo a suerte asignarle.

Todos nos queremos especializar y todos quieren que nos especialicemos, será porque el médico general sólo manda acetaminofén, porque a un niño lo tiene que ver un pediatra, a un adulto un internista, a una embarazada un ginecólogo y si vamos a más a un recién nacido un neonatólogo y a uno ya viejito un geriatra.

Discutir qué nos ha llevado a ese adefesio en el cual estudiar 6 años no es suficiente para definir un paciente, que el médico general sea un “remitidor” al cual ni el sistema, ni el empleador ni el paciente deja formular es una discusión amplia y digna de otro espacio. Pero es difícil pasarla por alto.
Ahora bien, una vez toda la familia ha preguntado en qué es que uno se quiere especializar, uno se gradúa y finalmente escoge algo que se acopla con sus intereses, o ver niños o ver adultos (O no ver a nadie) u operar o no operar – y que pedazos del cuerpo operar – y en definitiva se decanta el médico por una especialidad con la cual puede ser feliz el resto de su vida.

Pero escoger, puede ser lo más sencillo porque el siguiente paso es entrar… y ahí viene el primer embrollo, para entrar a residencia se necesita un conjunto no muy bien definido de las siguientes cualidades
  1. -         Habilidad para presentar exámenes de medicina general, ciencias básicas, matemáticas, español, comprensión lectora, inglés y hasta actualidad nacional (Algunos sabrán porqué, les recomiendo recordar el nombre del oso animado que habitaba Yellowstone)
  2. -          Una hoja de vida impecable, con rotaciones en el área de interés – así antes uno no supiera que quería ser – calificaciones excelsas, diplomas como alumno destacado, haber sido el mejor de la promoción, haber salido a trabajar en un rural – a veces mejor en selva, a veces mejor en el área de la especialidad – y tener un número poco claro de años de experiencia en el área de interés sin ser especialista (Sí, así como suena)
  3. -          Publicaciones en el área, en revistas indexadas, como autor principal de ser posible y entre mayor sea el impact factor o más famosa suene la revista mejor (Uno a duras penas se leyó los libros y artículos de medicina que le tocaba, además, toca publicar sobre algo que uno sepa y haya investigado)
  4. -          Plata; no nos digamos mentiras, hay que tener plata, porque en TODAS las entrevistas preguntan uno cómo va a vivir y cómo va a pagar
  5. -          No tanta plata: Si usted tiene mucha plata, de pronto el entrevistador piensa que su vida está resuelta y que qué anda haciendo buscando cupo en especialidad

La mezcla es amorfa, porque en unas universidades se entra solo con examen, en otras con examen y entrevista, en otras con hoja de vida más las dos anteriores, en otras hay que hacer un diplomado antes que la universidad a la que uno quiere entrar vende… y todos los exámenes son distintos y todas las entrevistas son diferentes. Hay universidades que no preguntan medicina en sus exámenes, mientras otras preguntan cosas textuales sacadas de un libro de consulta de una materia que uno vio en segundo semestre.

En definitiva termina uno, estudie, estudie, estudie, estudie, pula la hoja de vida, averigüe las mañas de cada universidad, pague cursos para entrar a residencia, yendo a congresos varios, presentando exámenes (A la módica suma que la Universidad quiera poner) y en medio de todo trabajando porque uno ya es médico y si es rural tiene una figura contractual decente, con un pago ahí, más o menos, pero puede andar con 200 horas de trabajo mensuales o más – como toca cuando el pueblo tiene urgencias 24 horas pero sólo 2 médicos, los dos rurales, con uno de turno mientras el otro duerme – Y si ya uno hizo el rural seguramente tiene una figura laboral indecente (que a veces raya lo ilegal), un salario variable y una carga horaria no muy halagadora.

Un buen día, las estrellas se alinean y le da a uno una de las noticias más felices de éxito profesional

¡PASASTE A LA RESIDENCIA!

 Y después de que uno pensó que lo berraco, lo duro, lo sufrido era entrar, uno entra… y bueno, esa no es una historia muy alegre:

Los residentes deben su nombre al tiempo de permanencia en el Hospital, en mejores épocas muchos hospitales daba alojamiento a sus residentes, los cuales literalmente vivían en los hospitales, cuenta la leyenda que hasta recibían sueldos y los hospitales les daban comidas. Hoy en día el residente recién admitido se estrella con la realidad antes de entrar cuando lo citan a las fechas límites de pago de matrícula porque; Si entró a una pública no es tan jodido, pero si entró a una privada (La mayoría) la cosa es dura, porque sacar dieciocho – si ¡18! – millones de pesos una vez es difícil, pero sacarlos cada seis meses es muy jodido, hasta con salario de congresista. Y si uno supiera que son 18 cada seis meses toda la carrera hasta se programa (Con el banco, el ICETEX, el bolsillo de los papás y el prestsmista de la esquina), pero no, las universidades privadas tienen todo el derecho de subir la matrícula cuando quieran y lo que quieran, porque en Colombia nadie ha dicho cuánto es lo máximo que le pueden cobrar al médico general para especializarse.

En cambio, si un digamos… un ingeniero – sin onfensas, sólo porque los conozco – se va a especializar eso normalmente implica sesiones de viernes en la noche y sabatinas diurnas. El resto de la semana el señor ingeniero trabaja NORMAL y breve, pues toca estudiar y rendir mientras se trabaja, pero con su trabajo uno paga la especialidad. El residente recibe el segundo latigazo cuando cae en cuenta que va a pasar de su trabajito de médico general a enclaustrarse 220 horas mensuales en el Hospital SIN PAGO, con la amenaza de que si trabaja por fuera lo echan.

  • Ser pediatra, internista o psiquiatra tarda 3 años.
  • Ser cirujano, oftalmólogo, otorrino, ortopedista y en general cualquier cosa que implique operar tarda 4 años
  • Ser neurocirujano tarda 5 años – Sí, cinco –

Imagínese el panorama, uno estudió 6 años, para salir de médico general a que todo el mundo quiera que uno se especialice y lo mande donde el especialista, la guerrea para entrar a residencia y una vez entra se tiene que bajar de millonadas de dinero, entrar a estudiar tiempo completo y encerrarse en un (o varios) hospitales sin recibir un solo peso por 3 a 5 años. A veces creo, que uno tiene una neurona delirante que le esconde la realidad y lo hace meter a uno a esto, ese berraco amor y vocación por la carrera.

Las 220 horas, además, no son de biblioteca son de “práctica” porque así se aprende medicina, viendo pacientes, pero con turnos de 48 horas continuas… créanme que en la hora 47 ni uno quiere ver al paciente, ni el paciente que uno lo vea. En medio de esa “trabajadera” hay que tener diapositivas a diario, responder las preguntas en ronda, preparar seminarios, enseñarle a los estudiantes y a los internos, guiar a los residentes de años inferiores, velar por la salud y rendimiento de un servicio y recibir regaños de los profesores de la Universidad y de los administrativos del hospital y comer callado (Rebuscando con qué se compra la comida porque no hay pago)

Uno tiene como residente, al menos, derecho a enfermar, porque la universidad paga la EPS, pero no se va a pensionar porque nadie paga la pensión mientras dura la especialidad, y de todas formas, incapacitarse - muchas veces -  es someterse a las miradas de soslayo de los docentes que ven la enfermedad del residente como una debilidad y a la contrariada del compañero que lo entiende a uno, pero lo maldice a la vez, porque la incapacidad de uno clava a los otros.

Y los hospitales reídos, las Universidades privadas les pagan porque ellos digan que dejan ir a los residentes, les pagan más si sólo dejan ir a los residentes de determinada universidad, los residentes van y hacen la consulta del especialista, hacen las notas en el sistema, llenan los papeles administrativos, ahorran plata de Médicos general y especialistas que el Hospital tendría que contratar para producir lo mismo sin residentes y hasta vuelven hospitales viables y los salvan de la quiebra – ¡Hola HUV! – además, que cada que pasa algo malo tienen a quien culpar; si hay glosa fue el residente, si se atrasó la consulta fue el residente, si al paciente no le gustó la atención fue el residente, si se cancela la cirugía fue el residente que llenó mal el turno y así, sucesivamente.  Y si el residente se queja… pues hombre, hay 20 atrás esperando ese cupo.

Hasta hoy los residentes, los médicos, los estudiantes en general, nos hemos quedado callados frente a las matrículas abusivas de las Universidades, nos hemos aguantado trabajar gratis en hospitales, no recibir pensión ni salario y estar en un limbo entre estudiantes y trabajadores en el cual recibimos lo peor de los dos mundos. Tal vez es nuestra culpa, la de los médicos, por quedarnos callados, por agachar la cabeza, por regalarnos y porque cada quien tiene ese berraco afán oportunista de ser el más “vivo” que es mal patentado nacional.

El 9 de mayo, sin embargo, se presentará ante el Congreso de la República un proyecto de ley que busca tumbar los abusos en matrículas, definir que es un residentes – Que vaya pregúntele a un papá de un médico que es eso y se reirá de la variedad de respuesta- y establecer una retribución salarial justa para un profesional que en la facultad de su ejercicio hasta hoy trabaja gratis.


El proceso no va a ser fácil, pero si usted médico, emberráquese hermano y vamos diciendo de a poquito no más, y si no lo es indígnese con nosotros, apoye la propuesta, invite a almorzar al residente que tenga más cerca - con eso tal vez le permita sacar las copias que le hacen falta o le evita que se vaya a hacer un turno clandestino como médico general (Si otro turno) para percibir algún ingreso -, que estudiar con hambre es muy berraco y atender gente sin dormir no le conviene a nadie, ni a mi como médico ni a usted como paciente. 

Diego Cruz - Un residente más. 

lunes, 25 de abril de 2016

Los sueños irresponsables

Santiago de Cali, abril 24 de 2016
Señores,
Redacción de El País

Cordial Saludo,
Años tras año he crecido con la presencia constante de su diario en mi casa, inicialmente leía las tiras cómicas y el dibujo usual de Quino en la parte trasera de la gaceta dominical. Con el paso de los años, eventualmente, empecé a leer sus artículos periodísticos, se convirtió en una costumbre que conservo hasta hoy; consulto con frecuencia su portal online y mi familia mantiene una suscripción desde hace varios años para que cotidianamente llegue el periódico a nuestra casa, mi papá en particular, se lee todas las ediciones así sea con atraso.

A lo largo de los años me he encontrado con artículos valiosos en sus páginas, productos de trabajos más que interesante de investigación periodística que les ha bien merecido reconocimiento nacionales, de forma para nada infrecuente. Ocasionalmente, los he visto favorecer uno que otro candidato a la alcaldía en sus editoriales o portadas cuando nos encontramos en época electoral, en proporciones que llamaré mesurables y soportables, y entonces, no he tenido ninguna crítica airada que realizar.  

Sin embargo, un “artículo” publicado en su edición dominical de este 24 de abril me fuerza a escribirles esta comunicación de protesta e indignación, motivada por el texto Este es el HUV que todos queremos ver firmado anónimamente por La redacción del El País. “Artículo” que carece a todas luces, de la frase más importante que debiera llevar en congruencia con su contenido “Publicidad política”, tal vez el logo de la gobernación habría sido un buen decorado en el costado, para así advertir a los lectores desprevenidos, que desconocedores de la situación actual del HUV, habrán sido encantados, emocionados e ilusionados con el escrito;  al que sólo le faltó refundar a la institución enviando a Evaristo García al olvido y quizá sugiriéndonos para el 2026 una renovada institución conocida como Hospital Universitario del Valle – Gobernadora Actual, E.S.E.

Mi vehemencia podría resultarles inapropiada, si desconocieran que soy médico egresado de la Universidad del Valle, y actualmente adelanto mis estudios de especialización en la misma institución, institución que en temas de salud es prima-hermana de HUV desde su concepción, por estas razones los últimos 5 años de mi vida se han visto transversalmente permeados por la marca indeleble y la presencia constante del Hospital, donde actualmente ocupo el cargo de residente, cargo bien ganado en tanto: estudio, veo pacientes, discuto casos, como, formo amistades y duermo dentro del recinto hospitalario, con excesiva frecuente.

Para no ir muy lejos, este último sábado estuve 24 horas de turno, justo un día después de enterarme que un importante servicio pediátrico del Hospital podría cerrar, porque ya se ha colmado la paciencia ante la impotencia de que los pacientes se mueran por falta de insumos para recibir el tratamiento apropiado. Este no fue el primero y sospecho que no será el último de los turnos en los que el laboratorio me reporta los paraclínicos incompletos y que donde espero leer un resultado sale el texto de “No hay reactivo”.

La hiperbilirrubinemia, por poner un ejemplo, comúnmente conocida como amarillitis y también llamada ictericia, aparece en 2/3 de los recién nacido, y se divide en dos grandes tipos, la causada por bilirrubina indirecta y la causada por bilirrubina directa; llevo unos 4 turnos en recién nacidos suponiendo que la causa de la ictericia de mis pacientes es por bilirrubina indirecta, porque el laboratorio no está reportando el diferencial de bilirrubinas, sólo el valor total y, ya saben, porque “no hay reactivos”. En mi caso la epidemiología me ayuda porque la mayoría de los casos de hiperbilirrubinemia neonatal son por la bilirrubina indirecta, pero no quiero imaginarme las rascadas de cabeza de los compañeros internistas y cirujanos donde el origen de la enfermedad no es tan claro. En el caso de los neonatos, las bilirrubinas muy elevadas pueden dejar secuelas neurológicas irreversibles, en casos muy selectos se busca prevenir esto con gamaglobulina endovenosa, en casos no tan selectos no se ha podido porque “No hay”.

La meningitis, por poner otro ejemplo, es una infección que ataca el sistema nervioso central y que se diagnostica, entre otras cosas, por los resultados de una punción lumbar para obtener líquido cefalorraquídeo, básicamente se miran 3 cosas en el líquido, las células, la glucosa y las proteínas, y hace por lo menos 2 semanas mis diagnósticos se quedan cojos porque no hay reactivos para procesar proteínas en el mencionado líquido.   
Hay días en que me sorprendo porque no hay guantes crudos para que las enfermeras hagan su trabajo, y en la madrugada del domingo tuve que trabajar con guantes estériles apretados, una talla menos de la que me corresponde, porque sí, adivinaron, no había de mi talla.

Todos los días cientos de profesionales de la salud y otras áreas acudimos al HUV a cumplir con nuestras responsabilidades, más que laborales, con nuestros pacientes, los residentes vamos gratis porque forma parte de nuestro proceso de formación y sufrimos por no poder ofrecerle a nuestros pacientes todo los que quisiéramos por falta de insumos, por el famoso “no hay”; entre tanto, los médicos contratados sufren también por la falta de insumos, pero aún más porque siguen yendo a cumplir con sus responsabilidades y a ponerle la cara a la gente día sí y día también aunque no les paguen desde enero.

El presente del Hospital Universitario del Valle hoy es gris, y estoy escogiendo un color claro y optimista, el futuro, peor aún, es incierto y a mí, uno de sus dolientes, se me está acabando el optimismo y la esperanza, sospecho tristemente que no soy el único. Van 4 meses de un nuevo gobierno departamental, que ganó una campaña cabalgando sobre la bandera de defensa a la salud, de una candidata hoy venida a gobernadora y la llamada a presidir la junta directiva del HUV, y no pasa nada, no ha pasado nada y la situación cada vez más, empieza a ser crítica nuevamente.

A día de hoy podría calificar las políticas departamentales de mejoramiento y salvamento del HUV con una sola palabra: Invisibles. Entre tanto ustedes escriben de voz editorial un publirreportaje basado en “los datos de la Secretaría de Salud del Valle”, tal vez faltó aclarar que vienen del sueño trasnochado del jefe de prensa de la secretaría, porque hoy no hay datos reales que puedan sostener la fantasía que han pintado y publicado este domingo, y con la cual han construido un castillo en el aire carente de cimientos de realidad para proyectar al HUV en 1 década, cuando a la mayoría de los que vamos a diario, nos preocupa cómo estará el HUV en 1 mes, a mí cómo lo voy a encontrar en el próximo turno.
Su fantasía escrita ha sido la voz más cercana al gobierno departamental que hemos tenido los cotidianos del Hospital, desde que por un titular de prensa nos enteramos que entraríamos en Ley 550, propuesta aún sin fechas y sin metas.

De manera, que pueden seguir cerrando los ojos, dejándose hablar al oído y avergonzándose a sí mismos publicando escritos irresponsables, dignos de un publicista político, asiduo vendedor de ilusiones. O pueden ayudarnos a que parte de esa ilusión tenga alguna chance de convertirse en realidad, pueden aceptar su responsabilidad como el diario más importante del suroccidente colombiano y recordar el deber ser de un periodista, contando y publicando las verdades de hoy que son las que importan.

Por mi parte, además de invitar a la reflexión a su redacción, cordialmente los invito a mi próximo turno y tal vez entonces puedan hacer algo de periodismo, tal vez entonces podamos hablar de los problemas actuales del Hospital, y pensar en el presente del HUV 2016, antes de aventurarnos a hablar del 2026, deberíamos asegurarnos de que Evaristo sobreviva a su realidad actual.

Que con sueños editoriales no se curan pacientes, y en la situación actual pareciera que hay días en que me tocará usar de medicina un recorte del El País dominical y pedir que guarden sus dolencias 10 años, que entonces sí habrá como tratarlos porque hoy no hay.



Diego A. Cruz V.
Médico – Residente de Pediatría

Universidad del Valle

martes, 1 de diciembre de 2015

Charlie y las oportunidades perdidas – A propósito del Día Mundial de Lucha contra el SIDA

“It’s a hard three letter to absorb” Charlie Sheen

¿Cuántas veces una celebridad o personaje público se ha visto presionado para develar al mundo que sufre de hipertensión o es diabético?

 El anuncio de Charlie Sheen acerca de su diagnóstico de VIH, ha sido una nueva oportunidad desaprovechada por los medios de comunicación para trascender; en la mayoría de los artículos que circulan en internet recuerdan con énfasis los excesos de Charlie, las orgías, las prostitutas, las actrices porno, los líos familiares, pero aparentemente a nadie le pareció inaceptable, nadie se indignó, porque el actor pagara durante años cifras exorbitantes por chantajes para que no se conociera su diagnóstico, de hecho, ahora han surgido voces que reclaman que debió hacer pública está información antes. Llevo varios días preguntándome ¿Por qué?

En mi cotidianidad semanal atiendo alrededor de 30 personas que viven con VIH, personas comunes y corrientes, de profesiones diversas y edades variadas; algunos están enfermos, otros – la mayoría – se encuentran perfectamente, con una vida en completa normalidad, pero el estigma continúa. Todavía hay encuestas que mencionan al 30% de los encuestados expresando que no les gustaría tener como vecino a una persona con VIH; por mí, que todos mi vecinos fueran positivos con tal de que me quitaran al bulloso que pone mala música en las madrugadas. Hemos perdido todos con el anuncio de Charlie, una nueva oportunidad para enfrentar el mito y aligerar la carga de los millones de personas a nivel mundial que conviven con el VIH, y mientras no nos decidamos a enfrentar al virus sin tapujos, con información veraz y entendamos que tener VIH puedo ser mucho más fácil de manejar que infinidad de enfermedades más frecuentes, el mal de la ignorancia seguirá siendo más dañino que el virus mismo.

Hemos perpetuado el estereotipo de que esta es una enfermedad de adictos, de homosexuales o de mujeriegos y gracias a esto, incluso en los países más desarrollados, donde se ha optado por ofrecerle una prueba para VIH a todo el mundo, la mitad de los diagnósticos se realizan en la fase más avanzada de la enfermedad y 1 de cada 8 personas con VIH desconocen su estatus. Hemos eliminado la percepción de riesgo, entre todos nos hemos encargado de difundir que para tener VIH hay que tener orgias a lo Charlie. La realidad es, muy diferente, si bien hay algunos factores de riesgo ampliamente reconocidos, si usted alguna vez en su vida ha sostenido aunque sea una relación sexual sin preservativo, está a riesgo y es mejor que se realice una prueba y se decida a usar siempre condón de aquí en más.

En estos tiempos, la batalla científica está casi ganada, las pruebas diagnósticas de primera línea tienen un periodo de ventana de 20 días, la supervivencia se acerca cada vez más a la de la población general, los tratamiento de regímenes de una sola tableta al día se i
mpondrán en unos años, las toxicidades son mínimas y las posibilidades de que una persona bien controlada y en tratamiento continuo y efectivo propague la enfermedad se acercan cada vez más a cero. En los años por venir la batalla tendrá que ser social, para que los gobiernos destinen los recursos necesarios para poner a todos en tratamiento, para evitar las barreras de acceso al diagnóstico y a los medicamentos, para que las universidades decidan incluir en sus pensum una catedra de la enfermedad, pero ante todo para eliminar el estigma y la discriminación, sólo así, entendiendo y difundiendo que tener VIH no debe tener implicaciones morales ni señalamientos por parte de la sociedad, lograremos controlar finalmente la epidemia y quizá un día reducir a cero la transmisión. Como médicos tenemos el deber de ser los primeros en eliminar la discriminación, en informarnos, en dar la mano y en no achacarle la culpa de todo al VIH o a su tratamiento, que a veces pareciera que un adulto de 50 años no pudiera sufrir de un dolor lumbar sin que a alguien se le ocurra echarle la culpa un virus que lleva años perfectamente controlado, como ciudadanos tenemos la obligación de ser cada vez más incluyentes y darle la espalda a los prejuicios para tenderle la mano a quien tenemos al lado.

90% de las personas que viven con VIH diagnosticadas, 90% de los diagnosticados en tratamiento, 90% de los que están en tratamiento indetectables. Son las metas de la Organización Mundial de la Salud, yo agregaría 100% de las personas que viven con VIH sintiéndose incluidas y 0% de historias de discriminación en mi consultorio.



jueves, 8 de octubre de 2015

Poniéndole nombre y cara a la crisis: Los riñones de mi paciente.

R.V. tiene 59 años, ha llevado una vida tranquila, parrandera en sus años mozos, ahora un poco más calmada, lleva varios años sin trabajo pero su hermana me demuestra cada vez que los veo el significado de amor de familia: se ha encargado de él como si fuera un hijo.

R.V. va a controles médicos conmigo por una enfermedad que lo aqueja hace un lustro, se ha mantenido en pie tomando sus tabletas a diario y su achaque está completamente controlado; hace 7 meses sus riñones empezaron a fallar de forma inesperada, ese filtro que suelen ser este par de órganos empezó, sin causa aparente, a botar proteínas en cantidades alarmantes, en un principio tuve que hacerle algunos exámenes adicionales a los rutinarios para ver que estaba ocurriendo, pero él como consecuencia de perder todas las proteínas en la orina empezó a hincharse marcadamente.
Tuve que mandar a hospitalizar a R.V. quien, al no tener empleo, se encuentra afiliado a la salud a través del régimen subsidiado, su EPS tenía convenio con la Clínica Comfenalco-Unilibre(Antigua Rafael Uribe),  y allá se lo recomendé a un par de amigas que estaban en su último año de Medicina y lo atendieron desde que llegó a urgencias, pero un buen día los especialistas dijeron que necesitaba un tratamiento complejo y su asegurador tenía deudas millonarias con la clínica, en marzo a R.V. le dieron salida.

Él es un tipo jocoso y mamagallista, días después de salir del Hospital, llegó a mi consulta con una hinchazón tal que sus piernas escurrían agua, donde se sentó dejó un charco de todo el líquido que a través de la piel estaba perdiendo y me dijo si ya me va a atender venga pues me le empeloto para que vea como estoy de hinchado, no pude hacer más que sonreír y como parte de esas preguntas pendejas que hacemos los médicos le pregunte ¿Cómo está? Y él con todo el desparpajo que siempre ha tenido me contestó ¡Pues mal guevón! Y soltó la carcajada.
Tuve que llamar a uno de los buenos profesores que tuve en la Universidad, un especialista en esto de los riñones, quien al contarle el cuadro me pidió que lo mandara a hospitalizar en el HUV, eso hice con gusto, después de todo era mandarlo al lugar que durante años fue mi casa y mi lugar de prácticas.  R.V. se fue deshinchando en el Hospital con los medicamentos que empezaron a ponerle por sus venas, esperó varias semanas hasta que la EPS autorizó que le metieran una agujita para sacarle un pedazo de riñón y verlo al microscopio. En medicina somos ignorantes en muchas cosas, y esta era la única salida para saber porque los riñones de R.V. seguían empeñados en botar las proteínas.

Fue dado de alta del hospital con 5 Kgs de peso menos que cuando llegó, todo lo perdió deshinchándose. En Julio por fin le entregaron el resultado del estudio y empezamos a pedir la consulta con Nefrología. Usualmente el problema con las citas de especialista es de agenda, pero esta vez era que su EPS no la autorizaba. Mientras tanto hablé con mi antiguo profesor, y con una amiga que ahora se está formando en eso de ver adultos, y fuimos adelantando algunos exámenes. R.V. tenía cita programada para mañana, 3 meses después de que le sacaron un pedacito de riñón y ya sabíamos que es lo que está pasando y porque anda botando proteínas. Mañana R.V. no va a tener la cita, porque el HUV en medio de su crisis le adeuda más de 3 meses de salario a sus médicos especialistas, y sus nefrólogos después de tantos años de sacrificio decidieron decir que no dan más.
El HUV hoy no tiene nefrólogos para atender la consulta, la Corporación Comfenalco-UniLibre está liquidada y la hermana de R.V., que pareciera por él dispuesta a ir hasta el fin del mundo me llama esperanzada en que soy el único que puede ayudarle, tras 8 meses de andar volteando con esto de sanar sus riñones. Si tuviera la plata la donaba al Hospital, pero no la tengo y la verdad, este colapso de la Red Hospitalaria tiene tantos responsables sin rostro o que se hacen los locos, que al menos tenemos que ponerle cara a las víctimas.


La hermana de R.V. y yo haremos presión ante la EPS para que lo vean en otra parte. Pero ella y yo estamos preocupados, R.V. es solo uno de los cientos pacientes renales que sigue el Hospital y mientras tanto… los congresistas en campaña y el Ministro de Salud viendo fútbol. 

martes, 6 de octubre de 2015

El Médico

"Y aunque estudiaras medicina durante más de una vida, acudiría a ti gente cuyas enfermedades son misterios, porque la angustia que mencionas es parte integrante de la profesión de curar, y hay que aprender a vivir con ella". Benjamin Merlin - El Médico.

En medio de tantas y tan diversas controversias recientes que rodean a la salud en Colombia, me parece prudente en medio de todo, pedirle un favor a mis amigos cercanos y no tan cercanos y a aquellos que por pura casualidad se encuentren este texto, que se tomen el trabajo de leerlo y compartirlo, porque lo que pretendo hacer es la cosa más sencilla del mundo y es recordarles que significa ser Médico en Colombia.

Me parece un acto de justicia con los que pertenecemos a esta profesión, que antes de emitir cualquier juicio de valor, se pongan en nuestros zapatos, estoy seguro de que todos tienen algún amigo, conocido o familiar médico, así que por justicia con ellos recuerden que:

Estudiar medicina significa entrar a al programa de pregrado más largo que existe en el país, mientras la mayor parte de los títulos universitarios se obtienen tras cursar 8 a 10 semestres, los programas de medicina duran entre 12 y 13 semestres; un año a año y medio más que el promedio. La formación médica es exigente no sólo en la parte académica sino en tantos otros aspectos que culminar sin vocación no es fácil:

1. La selección y el esfuerzo económico: El acceso a educación superior en Colombia sigue siendo precario, en general, algunos tuvimos la fortuna de entrar a Universidades públicas y endeudarnos poco, otros tuvieron que pagar matriculas millonarias cada semestre, porque además en todas las Universidades, medicina es la carrera más costosa de todas, así que, es altamente probable que su amigo médico o los papás de su amigo estén endeudados para cuando reciban el diploma.

2. El tiempo: Las clases de salón en medicina funcionan únicamente los primeros semestres, luego empiezan las rotaciones clínicas, que son entrenamiento con pacientes en frente, y las enfermedades no tienen horario. Estoy seguro que todo aquel que entró a formación universitaria se trasnochó en su casa o en la de amigos estudiando, preparando trabajos y exposiciones o sacrificó alguna que otra fecha especial o dejó de lado el descanso de los domingo por estudiar, pero ¿Qué otra profesión además de la médica implica pasar jornadas nocturnas o dominicales en un Hospital? ¿Quién más bajo la condición de estudiante hace turnos de 12, 24 y hasta 36 horas continuas? En mi experiencia personal, durante mis últimos 3 años de pregrado pase en mi Hospital 3 días de la madre, madrugué un 24 de diciembre y pasé una noche de 31 de diciembre atendiendo heridos, no conté cuántas idas a cine, paseos, rumbas, besos, amigos, comidas y reuniones familiares me perdí porque “estaba en turno” y además tenía que llegar a estudiar, por no deprimirme.

¿Sabía usted por ejemplo que el último año de medicina tradicionalmente se llama Internado, porque los estudiantes se internan en el Hospital? Si usted estudió cualquier otra carrera, el Internado es el equivalente a la práctica solo que con unas 66 horas de trabajo asistencial a la semana (Si el Hospital donde está respeta las normas) más Parciales y exposiciones y sin ninguna clase de remuneración.

Ahora bien, cualquier profesional al graduarse busca trabajo, no siempre es fácil encontrar pero en general, es contrato por nomina, puede escoger si rechazar una propuesta laboral, decididamente puede decidir en qué ciudad radicarse y aunque los salarios son bajos rara vez es contratado de forma tercerizada.

Su amigo médico, en cambio, al salir tuvo que hacer el “Año de Servicio social obligatorio” – también llamado rural -  lo que implica que después de trabajar gratis y estudiar al mismo tiempo durante el Internado para aprender, tiene que presentarse a un sorteo para que la providencia decida a qué lugar del país le toca irse a trabajar, sin ningún poder de negociación sobre condiciones laborales porque si renuncia lo sancionan, con un salario inferior al de un médico que ya hizo “rural”, y muy posiblemente con subordinación, horario y relación laboral de hecho pero contratado por Orden de Prestación de Servicios (OPS), por lo cual trabajará un año sin primas, vacaciones, cotizando de su bolsillo, lejos de su casa y con una alta posibilidad de tener más de 200 horas efectivas de trabajo (sin pago de extras) y estar “disponible” o “al llamado” cuando no está trabajando.

Después de eso su amigo médico seguramente se quiere especializar porque ser médico, a secas, ya no es suficiente en un sistema donde las EPS no autorizan un ecocardiograma si no lo pidió el Internista, donde los paciente van a consulta no a relatar síntomas sino a pedir remisiones y donde todos los familiares y amigos preguntan ¿Y vos en que te querés especializar? Porque no señores, estudiar 6 o 7 años no es suficiente. Entonces su amigo va a tener que ponerse a estudiar para presentar exámenes para ser admitido a la especialización, cada inscripción a proceso de admisión le costará entre 200.000 y 700.000 pesos y en algunos casos, además de sacar un puntaje en el 10% superior (Compitiendo con hasta 300-400 personas por 1 a 10 cupos) tendrá que hacer una entrevista y tener una muy buena hoja de vida, manejar 2 idiomas y haber hecho investigación.
Si su amigo es afortunado y es admitido, estudiará 3-5 años según la especialidad de su gusto en unos  programas denominados Residencias, que al igual que el Internado, deben su nombre a la intensidad horaria, un residente casi, casi que verdaderamente reside en el Hospital.
En el mejor de los casos su amigo quiere ser, digamos, Internista y es admitido a una Universidad Pública, por lo cual estudiará sólo 3 años más, pagará entre 14-20 millones en ese periodo de tiempo, y trabajará gratis para la (s) clínica(s) con las cuales su Universidad tenga convenio, porque eso hace un residente trabaja  gratis bajo supervisión, al menos en Colombia, porque en otros países el Residente recibe un salario incluso a veces superior al del Médico especialista, para que pueda centrarse en aprender, el residente en Colombia tiene que aprender mientras busca sobrevivir.
Si su amigo es afortunado, al entrar, pero lo admiten en una universidad privada, pagará unos 14 millones de pesos por cada semestre, por lo cual la gracia de ser especialista le saldrá en el mejor de los casos en uno 70 millones de pesos.

Al finalizar la especialidad su amigo habrá estudiado entre 9 y 12 años y estará endeudado con sus papás, con el banco, con el icetex y hasta con los amigos que le subsidiaron una cerveza de vez en cuando. Y saldrá a atender bajo las reglas de este sistema, lo cual implica:

1. Muy probablemente lo contrarán por OPS o por “agremiación” “cooperativa” pero jamás por nómina, por lo cual no tendrá derecho a prestaciones ni protección laboral alguna.

2. Tendrá 20 minutos para escuchar al paciente, examinarlo, digitar la historia clínica, llenar las formulas, solicitar los exámenes, llenar los anexos o no POS sin son necesarios, explicar la conducta a seguir, sellar todos los papeles entregarlos y cruzar los dedos por no haberse olvidado de nada.

3. Si tiene 6 horas de consulta externa programada durante esas 6 horas verá en promedio 18 pacientes, un tinto o una parada al baño implicarán atrasarse en la consulta.

4. Tendrá una alta probabilidad de que se le atrasen en el pago, porque las EPS le adeudan billones de pesos a las clínicas y con lo primero que siempre se atrasan los hospitales es con el salario de sus empleados. O podrá ocurrir que le paguen cumplido pero a 90 días, como ocurre en prestigiosas clínicas de Cali.

5. Muy posiblemente trabaje en varias partes y ande corriendo de aquí para allá para justificar con su salario haberse gastado los anteriores 10 años de su vida estudiando, sostener un hogar y pagar los créditos pendientes.

Además, si su amigo es sub-especialista piense en todo el esfuerzo anterior pero con más años, por ejemplo si es Médico – Especialista en Medicina Interna – Cardiólogo, su amigo hizo 6 años de Medicina + 3 años de Medicina Interna + 2 años de cardiología es decir 11 años, con sus respectivas deudas.

Y eso no es todo, sin desmeritar el esfuerzo que hacen otros profesionales, si bien los médicos no solemos llevarnos trabajo a casa de forma literal, lo hacemos de forma emocional, si a usted lo estresa el informe que tiene que presentar, la mirada inquisidora de su jefe o el cliente que no paga pregúntese:

¿Cuántas veces ha estado todo un turno 12 horas continuas pegado de los signos vitales de un paciente, pendiente de los líquidos, de los exámenes, de los medicamentos porque al primer descuido se muere? ¿Cuántas veces un paciente le ha entrado en paro y usted ha tenido que darle compresiones torácicas y/o ponerle un tubo para que pueda respirar sabiendo que cualquier error puede ser mortal? ¿Cuántas veces ha visto un ser humano en frente suyo, sentado, indefenso y ha tenido la certeza de que se va a morir y no puede hacer nada para evitarlo? ¿Cuántas veces ha visto morir a alguien? ¿Cuántas veces ha visto llorar por dolor físico incontrolable? ¿Cuántas veces le ha dicho a una familia que pese a todos los esfuerzos posibles su pariente falleció? ¿Cuántas veces ha tenido que decirle a alguien que tiene cáncer? ¿Cuántas veces le ha tenido que decir a alguien que no va a poder volver a caminar? ¿Cuántas veces ha tenido que decirle a un paciente nervioso que esté tranquilo, cuando el nervioso es usted? ¿Cuántas veces le han llorado contándole los problemas? ¿Cuántas injusticias ha tenido que ver? ¿Cuántos en su cotidianidad le han dicho que no han hecho lo necesario por su salud porque si van por lo medicamentos en los del pasaje se le va lo de poder comer ese día? ¿Cuántas veces ha dicho "todo va a salir bien" sin saber si todo va a salir bien? ¿Cuántas veces ha visto llegar niñas en compañía de la policía a urgencia porque fueron víctimas de un abuso sexual? ¿Cuántas veces ha tenido que ver morir a un niño y luego ha tenido que intentar explicarle a los padres porqué?
A su amigo médico le puede tocar eso todo los días, de lunes a lunes, noche y día en turnos de 12 o 24 horas. Si su amigo médico trabaja en el Hospital Universitario del Valle lleva haciendo lo posible por sanar, rebuscándose como pagar las deudas y sonriendo ante los problemas ajenos sin que le hayan pagado un peso de su salario hace 3 meses. Si su amigo médico hace consulta externa en cualquier partes tiene 20 minutos y 10 de retraso es media consulta e implica toda la consulta atrasada de ahí en más.

Además, de tener vidas en las manos, su amigo médico de su bolsillo paga una Póliza de Responsabilidad Civil que exigen en todos los sitios de trabajo, para las clínicas curarse de perjuicios monetarios porque el Médico después de todo es humano y puede equivocarse, y además de la póliza es altamente probable que su amigo este pagando algún seguro adicional por cubrimiento de abogados, no porque crea que la va a embarrar, sino porque en estos tiempos además de cuidar al enfermo de la enfermedad, el médico tiene que cuidarse del enfermo y sobre todo del abogado ventajista.

Así que con cariño, le pido que por favor, la próxima vez que vaya a criticar un médico piense en todo lo que esta profesión implica, piense en que somos seres humanos, a quienes pareciera exigírsenos más de la cuenta, de quienes la sociedad espera sacrificios extras absurdos como no reírnos con nuestros compañeros trabajo, no comer ni ir al baño, ni nada distinto a atender pacientes en el horario laboral. No le diga a un médico que con el copago o con la cotizacón él come, porque muy probablemente el Hospital donde trabaja no le ha pagado, pero el no se lo va a decir, porque en esta profesión y en este sistema, los que estamos poniéndole la cara a la gente día sí y día también somos los médicos y al final del día los más pacientes de todos terminamos siendo nosotros.

Mañana me levantaré feliz de poder poner mis escasos conocimientos al servicio de mis pacientes, porque amo esta profesión, como el paciente que todos potencialmente podemos ser aprecie a su médico, nunca se sabe va y de pronto, pese a todo, y le salve la vida.

PD. Llegar 10 minutos antes de la hora de su cita no le cuesta nada, pero puede hacer sonreír a su médico y le garantiza ser atendido. En mi consulta el 90% de las veces que me atraso es porque algún paciente llegó tarde, el 10% restante es porque tengo un caso tan complejo que no escatimo el tiempo que sea necesario para resolver su situación.