martes, 14 de julio de 2015

Querido Hospital Universitario del Valle

Querido Hospital Universitario del Valle,
 
Van a ser diez meses ya desde la última vez, que vistiendo un uniforme, y armado de fonendo y cuadernos anduve de arriba a abajo recorriéndome los siete pisos de tu imponente estructura de concreto. Aún recuerdo las primeras veces que te recorría, intentando con el mayor disimulo posible, ocultar mi desorientación y muriéndome de la pena cuando un paciente me detenía a preguntarme por direcciones sobre cómo llegar a un servicio en particular y yo no sabía que contestar; hoy a pesar de que ha pasado un buen rato desde la última vez que nos vimos, podría guiar de memoria a cualquier desprevenido a cualquiera de los servicios. Para mi vos fuiste el lugar donde por primera vez y superando todos los temores me atreví a hablarle a un extraño para preguntarle por sus dolencias, por su vida y su quehacer, vos me enseñaste a interesarme por desconocidos y de ahí en más no he podido parar en esta pasión de conversar con pacientes cada día, sobre enfermedad, pero también sobre la vida misma y conocer sus vicisitudes.

En un sistema cada vez más viciado, vos me enseñaste que la atención médica se inicia con un saludo de lo más cordial y un mucho gusto en qué le puedo ayudar, pusiste, por la filosofía de tu existencia, en mi último renglón de prioridades saber cuál es el carné que tiene tal o cual paciente, me enseñaste que a la gente se le atiende por su condición de persona, se le atiende por el hecho de estar vivo, me enseñaste que la salud es para todos independiente de la raza, el sexo o la plata con la que se ande en el bolsillo, me enseñaste a tratar con equidad a cada quien, porque en medio de tus limitaciones le ofreces a todo el que cruce tu puerta lo mejor que tenés para dar.

Vos, vos me enseñaste a dormir en una rimax, me enseñaste a acomodar un colchoncito en el suelo y que se convirtiera en el mejor lugar de descanso, me enseñaste a cerrar un ojo y dejar el otro abierto por si algún paciente me necesitaba, me enseñaste la humildad, de que acá ni por ser médico ni nada no se hacen cosas, me enseñaste que las urgencias no dan espera y que si para salvar una vida he de ser yo el que empuja una camilla, el que patina los paraclínicos o que sale corriendo con una muestra, no pasa nada, que una vida es una vida y yo estoy para servir. Me enseñaste esa vocación de servicio, me enseñaste que por quien sea se hace lo que sea, me enseñaste a guerrearla en las malas, me enseñaste a trabajar con lo que haya y aun así sacar las cosas adelante, me enseñaste las imperfecciones del mundo, me mostraste la cara del dolor de la muerte, me enseñaste la violencia de nuestra gente, me dejaste ver la pobreza, la necesidad, la impotencia, y la frustración, pero también me mostraste lo que es la gratitud, me hiciste recibir bendiciones de desconocidos, me regalaste sonrisas y gracias, me obligaste a poner buena cara incluso en los peores momentos y me demostraste que siempre hay algo más que se puede hacer.

Me venís doliendo hace mucho tiempo, me tenés sufriendo desde que nos conocemos, por tus crisis, porque te has dedicado a dar, me diste a mi tantas cosas que le habías dado a tantas generaciones que me precedieron, porque el próximo año cumplís 60 de tener tus puertas abiertas para aliviar las dolencias del que cruce el umbral, 60 años de formar a algunos de los mejores profesionales en salud del País. Porque así como durante 3 años fuiste mi casa, en donde pase la mayor parte del tiempo, en donde lloré por mi primera vez cara a cara con la muerte, en donde reí y reí mucho por mis amigos y mis pacientes, porque con vos no se puede tener más que cariño y sentido de pertenencia, porque vos a haces que cada paciente en mi vida diaria no sea “el paciente” sino “Mi paciente”, vos me enseñaste eso, y llevas casi 60 años dedicado a dar y ahora, ahora en esta inmediatez de los irresponsables que nos gobiernan, quieren borrar de un tajo todo los que vos has hecho. Somos unos desmemoriados, perdonanos por ingratos.

¿Sabes? Yo te entiendo, entiendo que ahora estés en una crisis aun peor que otras, llevas años gritando por ayuda y aunque cada embate parece más fuerte, llevas resistiendo y manteniéndote en pie para luchar por lo que es tu misión cotidiana, atender sin mirar a quien, salvar vidas y formar, formar profesionales pero también formar personas. Pero parece que nadie escucha tus gritos, y cada vez me convenzo más de que hay quienes están interesados en acallarte, en dejarte sin voz, sin aliento y quieren obligarte a cerrar tus puertas, porque vos que tan poco te has interesado por ese cuento de la rentabilidad, ahora sos blanco de sabrá quienes que se han encargado de convertir esto del Derecho a vivir en el negocio de la enfermedad.

Ya no camino por tus pasillos, pero te pienso, te añoro, te extraño y no sabes las ganas que me dan de volver a andar por ahí, dejando que me enseñes, dejando que me mejores, dejando que sigas siendo esa influencia que ya fuiste en mi vida para convertirme en lo que soy hoy. Es que sos tan fácil de querer. Hoy te tengo que decir, que no te rindas, hoy te diré que le contaré esta historia a quien se me cruce en frente, hoy te diré que me dolés como si fueras parte de mi familia más cercana, debe ser porque lo sos.

Tengo que pedir el favor de la fortuna para que mi palabras, que te dedico a vos, a quien tanto le debo, lleguen a los oídos hasta ahora sordos de aquellos que mueven los hilos de poder, de aquellos que pueden salvarte, ojalá y me lea -que se yo- el ministro, el senador, el representante o el Presidente, ojalá y me lea alguien, ojalá y me lean todos los que como yo te quieren, te extrañan y te sufren, porque vos simplemente no podes cerrar, no te podes apagar y dejar que unos irresponsables, insensatos y cortos de vistas le arrebaten al País lo que vos significas. Vamos a dar la pelea, intentaré convencerlos a todos de que la demos, intentaré que después de que a tantos nos has dado, recibas el cariño de tan si quiera algunos de los que tanto te debemos.

Vos mientras tanto, vos entre tanto, mi querido HUV, seguí fuerte, seguí luchando, como has venido haciendo, y ojalá entre todos los que tanto te debemos, y a los que nos enseñaste a suturar, logremos encontrar la manera de pararte el sangrado, de estabilizarte, de irte quitando poco a poco medicamentos y dejarte nuevamente estable. No va a ser fácil, pero esperemos que se pueda, mirá que con cariño se puede, y yo sé que al menos eso, cariño, muchos podemos darte, yo te necesito para que sigas haciendo lo que haces, pero sobre todos los pacientes, las personas, los más desfavorecidos, te siguen necesitando para que los dejés atravesar tus puertas y contar sus dolencias por el solo hecho de existir, ser y estar aquí presentes y que vos, con ese ejército que tenés trabajando en tu interior, hagas lo que mejor sabes hacer : Sanar.

Con cariño, mi voz de aliento y un nudo en el pecho,

Diego Cruz,
Médico Egresado de la Universidad del Valle.

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