domingo, 7 de mayo de 2017

El residente


Casi todos los médicos quieren ser residentes, o bueno no, muchos quieren se especialistas, tal vez residentes no tantos, pero para ser especialista se necesita pasar por la residencia.
Cuando uno entra a estudiar medicina, los primeros semestres aún están las felicitaciones o el asombro por la carrera que se eligió, vestigios del cada vez más escaso prestigio que tiene la profesión. Sin embargo, con el pasar del tiempo las dos preguntas que más hacen, familiares y amigos, son

-          ¿Cuándo es que se gradúa?
-          Y ¿En qué te querés especializar?

La primera es la de la piedra constante por escoger una carrera con la cual los amigos del colegio se gradúan, se casan, algunos tienen hijos – casados o no – montan negocios, recorren el mundo y uno sigue estudiando. La segunda es un fiel reflejo del desprestigio del Médico general, a secas, que para obtener su título gastó 6-7 años de su vida, leyendo, haciendo turnos y trabajando gratis y luego le tocó, además, salir a ganarse lo que le toque (cada vez menos), en el trabajo que por sorteo el Ministerio de Salud, tuvo a suerte asignarle.

Todos nos queremos especializar y todos quieren que nos especialicemos, será porque el médico general sólo manda acetaminofén, porque a un niño lo tiene que ver un pediatra, a un adulto un internista, a una embarazada un ginecólogo y si vamos a más a un recién nacido un neonatólogo y a uno ya viejito un geriatra.

Discutir qué nos ha llevado a ese adefesio en el cual estudiar 6 años no es suficiente para definir un paciente, que el médico general sea un “remitidor” al cual ni el sistema, ni el empleador ni el paciente deja formular es una discusión amplia y digna de otro espacio. Pero es difícil pasarla por alto.
Ahora bien, una vez toda la familia ha preguntado en qué es que uno se quiere especializar, uno se gradúa y finalmente escoge algo que se acopla con sus intereses, o ver niños o ver adultos (O no ver a nadie) u operar o no operar – y que pedazos del cuerpo operar – y en definitiva se decanta el médico por una especialidad con la cual puede ser feliz el resto de su vida.

Pero escoger, puede ser lo más sencillo porque el siguiente paso es entrar… y ahí viene el primer embrollo, para entrar a residencia se necesita un conjunto no muy bien definido de las siguientes cualidades
  1. -         Habilidad para presentar exámenes de medicina general, ciencias básicas, matemáticas, español, comprensión lectora, inglés y hasta actualidad nacional (Algunos sabrán porqué, les recomiendo recordar el nombre del oso animado que habitaba Yellowstone)
  2. -          Una hoja de vida impecable, con rotaciones en el área de interés – así antes uno no supiera que quería ser – calificaciones excelsas, diplomas como alumno destacado, haber sido el mejor de la promoción, haber salido a trabajar en un rural – a veces mejor en selva, a veces mejor en el área de la especialidad – y tener un número poco claro de años de experiencia en el área de interés sin ser especialista (Sí, así como suena)
  3. -          Publicaciones en el área, en revistas indexadas, como autor principal de ser posible y entre mayor sea el impact factor o más famosa suene la revista mejor (Uno a duras penas se leyó los libros y artículos de medicina que le tocaba, además, toca publicar sobre algo que uno sepa y haya investigado)
  4. -          Plata; no nos digamos mentiras, hay que tener plata, porque en TODAS las entrevistas preguntan uno cómo va a vivir y cómo va a pagar
  5. -          No tanta plata: Si usted tiene mucha plata, de pronto el entrevistador piensa que su vida está resuelta y que qué anda haciendo buscando cupo en especialidad

La mezcla es amorfa, porque en unas universidades se entra solo con examen, en otras con examen y entrevista, en otras con hoja de vida más las dos anteriores, en otras hay que hacer un diplomado antes que la universidad a la que uno quiere entrar vende… y todos los exámenes son distintos y todas las entrevistas son diferentes. Hay universidades que no preguntan medicina en sus exámenes, mientras otras preguntan cosas textuales sacadas de un libro de consulta de una materia que uno vio en segundo semestre.

En definitiva termina uno, estudie, estudie, estudie, estudie, pula la hoja de vida, averigüe las mañas de cada universidad, pague cursos para entrar a residencia, yendo a congresos varios, presentando exámenes (A la módica suma que la Universidad quiera poner) y en medio de todo trabajando porque uno ya es médico y si es rural tiene una figura contractual decente, con un pago ahí, más o menos, pero puede andar con 200 horas de trabajo mensuales o más – como toca cuando el pueblo tiene urgencias 24 horas pero sólo 2 médicos, los dos rurales, con uno de turno mientras el otro duerme – Y si ya uno hizo el rural seguramente tiene una figura laboral indecente (que a veces raya lo ilegal), un salario variable y una carga horaria no muy halagadora.

Un buen día, las estrellas se alinean y le da a uno una de las noticias más felices de éxito profesional

¡PASASTE A LA RESIDENCIA!

 Y después de que uno pensó que lo berraco, lo duro, lo sufrido era entrar, uno entra… y bueno, esa no es una historia muy alegre:

Los residentes deben su nombre al tiempo de permanencia en el Hospital, en mejores épocas muchos hospitales daba alojamiento a sus residentes, los cuales literalmente vivían en los hospitales, cuenta la leyenda que hasta recibían sueldos y los hospitales les daban comidas. Hoy en día el residente recién admitido se estrella con la realidad antes de entrar cuando lo citan a las fechas límites de pago de matrícula porque; Si entró a una pública no es tan jodido, pero si entró a una privada (La mayoría) la cosa es dura, porque sacar dieciocho – si ¡18! – millones de pesos una vez es difícil, pero sacarlos cada seis meses es muy jodido, hasta con salario de congresista. Y si uno supiera que son 18 cada seis meses toda la carrera hasta se programa (Con el banco, el ICETEX, el bolsillo de los papás y el prestsmista de la esquina), pero no, las universidades privadas tienen todo el derecho de subir la matrícula cuando quieran y lo que quieran, porque en Colombia nadie ha dicho cuánto es lo máximo que le pueden cobrar al médico general para especializarse.

En cambio, si un digamos… un ingeniero – sin onfensas, sólo porque los conozco – se va a especializar eso normalmente implica sesiones de viernes en la noche y sabatinas diurnas. El resto de la semana el señor ingeniero trabaja NORMAL y breve, pues toca estudiar y rendir mientras se trabaja, pero con su trabajo uno paga la especialidad. El residente recibe el segundo latigazo cuando cae en cuenta que va a pasar de su trabajito de médico general a enclaustrarse 220 horas mensuales en el Hospital SIN PAGO, con la amenaza de que si trabaja por fuera lo echan.

  • Ser pediatra, internista o psiquiatra tarda 3 años.
  • Ser cirujano, oftalmólogo, otorrino, ortopedista y en general cualquier cosa que implique operar tarda 4 años
  • Ser neurocirujano tarda 5 años – Sí, cinco –

Imagínese el panorama, uno estudió 6 años, para salir de médico general a que todo el mundo quiera que uno se especialice y lo mande donde el especialista, la guerrea para entrar a residencia y una vez entra se tiene que bajar de millonadas de dinero, entrar a estudiar tiempo completo y encerrarse en un (o varios) hospitales sin recibir un solo peso por 3 a 5 años. A veces creo, que uno tiene una neurona delirante que le esconde la realidad y lo hace meter a uno a esto, ese berraco amor y vocación por la carrera.

Las 220 horas, además, no son de biblioteca son de “práctica” porque así se aprende medicina, viendo pacientes, pero con turnos de 48 horas continuas… créanme que en la hora 47 ni uno quiere ver al paciente, ni el paciente que uno lo vea. En medio de esa “trabajadera” hay que tener diapositivas a diario, responder las preguntas en ronda, preparar seminarios, enseñarle a los estudiantes y a los internos, guiar a los residentes de años inferiores, velar por la salud y rendimiento de un servicio y recibir regaños de los profesores de la Universidad y de los administrativos del hospital y comer callado (Rebuscando con qué se compra la comida porque no hay pago)

Uno tiene como residente, al menos, derecho a enfermar, porque la universidad paga la EPS, pero no se va a pensionar porque nadie paga la pensión mientras dura la especialidad, y de todas formas, incapacitarse - muchas veces -  es someterse a las miradas de soslayo de los docentes que ven la enfermedad del residente como una debilidad y a la contrariada del compañero que lo entiende a uno, pero lo maldice a la vez, porque la incapacidad de uno clava a los otros.

Y los hospitales reídos, las Universidades privadas les pagan porque ellos digan que dejan ir a los residentes, les pagan más si sólo dejan ir a los residentes de determinada universidad, los residentes van y hacen la consulta del especialista, hacen las notas en el sistema, llenan los papeles administrativos, ahorran plata de Médicos general y especialistas que el Hospital tendría que contratar para producir lo mismo sin residentes y hasta vuelven hospitales viables y los salvan de la quiebra – ¡Hola HUV! – además, que cada que pasa algo malo tienen a quien culpar; si hay glosa fue el residente, si se atrasó la consulta fue el residente, si al paciente no le gustó la atención fue el residente, si se cancela la cirugía fue el residente que llenó mal el turno y así, sucesivamente.  Y si el residente se queja… pues hombre, hay 20 atrás esperando ese cupo.

Hasta hoy los residentes, los médicos, los estudiantes en general, nos hemos quedado callados frente a las matrículas abusivas de las Universidades, nos hemos aguantado trabajar gratis en hospitales, no recibir pensión ni salario y estar en un limbo entre estudiantes y trabajadores en el cual recibimos lo peor de los dos mundos. Tal vez es nuestra culpa, la de los médicos, por quedarnos callados, por agachar la cabeza, por regalarnos y porque cada quien tiene ese berraco afán oportunista de ser el más “vivo” que es mal patentado nacional.

El 9 de mayo, sin embargo, se presentará ante el Congreso de la República un proyecto de ley que busca tumbar los abusos en matrículas, definir que es un residentes – Que vaya pregúntele a un papá de un médico que es eso y se reirá de la variedad de respuesta- y establecer una retribución salarial justa para un profesional que en la facultad de su ejercicio hasta hoy trabaja gratis.


El proceso no va a ser fácil, pero si usted médico, emberráquese hermano y vamos diciendo de a poquito no más, y si no lo es indígnese con nosotros, apoye la propuesta, invite a almorzar al residente que tenga más cerca - con eso tal vez le permita sacar las copias que le hacen falta o le evita que se vaya a hacer un turno clandestino como médico general (Si otro turno) para percibir algún ingreso -, que estudiar con hambre es muy berraco y atender gente sin dormir no le conviene a nadie, ni a mi como médico ni a usted como paciente. 

Diego Cruz - Un residente más.